Las pinturas, desde un punto de vista
técnico-económico, constituyen el método más adecuado para la protección
de los materiales empleados en la construcción y en la industria.
Una pintura líquida, considerada desde
un punto de vista fisicoquímico, es un sistema disperso. Está
constituida generalmente por sólidos finamente particulados y
dispersados en un medio fluido denominado vehículo. Este último está
basado en una sustancia filmógena o aglutinante, también llamada
formadora de película o ligante, dispuesta en un solvente o mezcla
solvente al cual se le incorporan aditivos y eventualmente
plastificantes.
En el caso de las pinturas base solvente
orgánico, el vehículo es una solución líquida (dispersión molecular del
material polimérico) que rodea las partículas del pigmento dispersado
en la pintura; durante el secado el sistema se hace más viscoso y el
ligante fluye alrededor de las partículas durante casi toda esta etapa;
se observa una significativa contracción volumétrica de la película.
Resulta oportuno mencionar que algunas
pinturas líquidas están exentas de solventes ya que el propio material
formador de película es líquido (bajo peso molecular). Los pigmentos se
dispersan en ese medio fluido altamente viscoso. Las pinturas líquidas
exentas de solventes se aplican con espátulas especiales sobre
superficies que permanecen en contacto con productos alimenticios dado
que no eliminan solventes contaminantes. La formación de la película
exclusivamente involucra reacciones de curado entre los dos componentes
del sistema.
La dispersión del pigmento en
“emulsiones” y la forma en que la etapa de secado ocurre son únicas y
diferentes a las del tipo solvente orgánico. Resulta oportuno mencionar
que las emulsiones, desde un punto de vista fisicoquímico, son sistemas
conformados por una fase continua líquida y otra dispersa también
líquida. Por su parte, en los látices (plural de látex) la fase dispersa
del sistema es sólida.
En realidad, en la formulación y
elaboración de pinturas y recubrimientos de base acuosa se emplean,
desde un punto de vista conceptual, látices como materiales formadores
de película. En consecuencia, el término “emulsión” se emplea
erróneamente; esto último se debe a que los látices se elaboran
generalmente en fase acuosa a partir de reactivos en forma de emulsión
(las pequeñas gotas de las unidades monoméricas se comportan como
verdaderos reactores en suspensión).
En resumen, los látices no son
soluciones de un ligante en un solvente sino suspensiones concentradas
de partículas sólidas discretas y esféricas, relativamente pegajosas de
un material resinoso en agua. El secado de un látex conduce a que las
partículas resinosas se adhieran fuertemente entre sí debido a la
creciente tensión superficial por la disminución de las distancias entre
partículas del copolímero. La pérdida de agua puede suceder ya sea por
su evaporación a la atmósfera y/o por la absorción de un sustrato
poroso. La contracción de la película involucrada en esta etapa genera
la coalescencia (fusión en frío de las partículas resinosas) alrededor
de las partículas del pigmento/carga, lo cual conduce a una disposición
más o menos densamente empaquetada. La compactación del pigmento para
alcanzar un alto valor en la película seca es lograda principalmente por
deformación plástica de las partículas del copolímero, generalmente
asistida por un agente coalescente (solvente orgánico).
En general, las pinturas se aplican en
capas delgadas sobre un soporte y tienen la propiedad de transformarse
en una película sólida, continua y adherente por evaporación del
solvente y, en algunos casos, además por transformaciones químicas de la
sustancia formadora de película. Finalizado el proceso de secado/curado
se puede lograr una película brillante, semibrillante o mate con el fin
de proteger y mejorar además el aspecto general del sustrato.
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